El místico ojo de venado y sus poderes protectores

El ojo de venado, cuyo nombre científico es Mucuna mutisiana (Kunth), es una semilla del bejuco trepador. Esta planta llega a crecer desde los 15 a 20 metros y se puede encontrar en la América intertropical.

Los rumores dicen que los únicos que saben con certeza sus propiedades son los chamanes, aquellos brujos cuyo lazo con la magia siempre los ha apartado de la sociedad y, aunque su historia es difícil de conocer por la falta de documentación al respecto, existen algunos datos que se han logrado extraer de su particular naturaleza.

El uso de esta semilla para un fin místico se debe a la antigua creencia de que toda figura que se asemeje a un ojo es un amuleto de protección. Para utilizarla se separa el grano de la planta y se coloca en collares o pulseras.

Un poderoso amuleto de protección

Para sus creyentes, el ojo de venado repele las energías negativas y protege a quien lo usa. Entre sus propiedades más conocidas tenemos:

• Esta semilla tiene el poder de crear un escudo contra la envidia y el mal de ojo y cualquier hechizo que se pueda haber lanzado sobre nosotros. Puede cuidarnos de las malas intenciones y malos deseos de los demás.
• Si el ambiente donde te mueves está influenciado por negatividades, el ojo de venado te puede proteger y sirve como repelente de las malas vibras.
• Llevar este amuleto puede ayudar en el aumento de la autoconfianza, por lo que reflejarás una elevada autoestima y seguridad a todos los que te rodean. Esto es especialmente útil en el ambiente laboral o educativo.
• Los conocedores afirman que el ojo de venado puede fortalecer tu voluntad y ayudarte a recorrer tus caminos con firmeza, por lo que si te enfrentas a situaciones que requieren tu esfuerzo máximo o si sientes que estás apunto de renunciar porque has pedido la fe, es un amuleto perfecto para salir adelante y sobrellevar el problema.

Para que sea más poderosa, esta semilla te debe ser regalada.

Leyenda del ojo de venado

En las estribaciones de Sierra Gorda existía un pueblo llamado Xichú con raíces de origen prehispánico que era gobernado por un cacique llamado Chuin (Pájaro azul), el cual estaba casado con la bella Andonei (Flor), hija única de un famoso guerrero otomí llamado Anyeh (Lluvia).

El pueblo se sentía protegido por los dioses ya que era muy próspero, pero un día llegó un Sajoo (hechicero), quien contempló la belleza de Andonei y profetizó: “¡Qué bella es la flor del valle, y qué feliz su poseedor! Pero no tardará el día en que el río tragará su vida y entonces será todo aflicción en este lugar”.

Andonei, asustada, le preguntó: “Sajó ¿puedes decirme la causa de mi muerte?”. Este le respondió: “De lejos vendrá un guerrero que te embrujará con la mirada. Por el despreciarás el amor puro de tu esposo. Todo lo olvidarás, todo lo abandonarás por seguir tras sus ojos brujos que te causarán la muerte. ” Cuando Chuin se enteró se enfadó y ordenó que echaran al hechicero del pueblo.

Pasó el tiempo y ya nadie se acordaba de las palabras del Sajoo, cuando de las montañas llegó el guerrero tenochca: Coyoltótotl, con una excelente apariencia física y trato, pero de una mirada maléfica. Todos lo recibieron a él y su séquito con los honores que correspondían a un embajador del emperador Moctezuma Ilhuicamina, ese día el cielo fue surcado por infinidad de rayos que asustaron a los habitantes del pueblo.

Un día Andonei decidió ir a bañarse al río, pero se encontró con Coyoltótotl, quien la miró tan intensamente que la joven se sintió paralizada y alucinada. El guerrero se acercó, la tomó entre sus brazos, la besó y la condujo a la profundidad del bosque.

Cayó la noche y la chica aún no regresaba al pueblo, por lo que Chuin la buscó hasta a lo lejos reconoció la voz de su esposa diciendo palabras de amor. Cuando llegó los vio abrazados y enfureció, clavando su puñal en los ojos del guerrero, se los arrancó y los clavó en el tronco del árbol más cercano.

De pronto, Andonei despertó de como de un largó sueño y al contemplar el cuerpo de Coyoltótotl a sus pies, echó a correr hacia el río y precipitó hacia donde la corriente era más peligrosa, cumpliendo el augurio del viejo Sajoo.

Años después, aquel árbol que nunca había florecido, dio flores y frutos, pero era un fruto que se asemejaba a unos ojos. Los Sajoos descubrieron que eran los ojos de Coyoltótotl que Chuin había clavado en el tronco y concluyeron que los dioses benignos les volvieron a dar vida con propiedades mágicas.

Todavía hoy, los hechiceros o yerberos le llaman a este misterioso fruto "Cuauhixti", el cual buscan para recoger su semilla, que actualmente llaman “ojo de venado” y les sirve para espantar el “mal de ojo”.

Pon a prueba este amuleto y sus energías protectoras para tener éxito en lo que te propongas ¿Ya tienes uno?